Encontró a su mujer sentada en la silla con expresión rara.
-¿Que te pasa?
-Entra y cierra la puerta, Federico.
No vas a creerlo, pero he recibido una carta de las hadas.
¡Nos han concedido que expresemos tres deseos!
El cogió la carta bruscamente y la leyó despacio.
-Hemos de sacarle a esto el máximo provecho, Magda.
No debemos precipitarnos.
Tres deseos pueden hacernos ricos, importantes y famosos.
Pero debemos pedir lo que más nos convenga.
Magda se levantó de un salto y dijo:
-Ya tengo hecha una lista. Mira:
Un palacio para mí y una corona de rey para ti.
Para mí he pedido belleza, para ti larga vida.
Pediremos criadas, y oro y joyas.....
¡He estado tan ocupada haciendo la lista que no
me ha dado tiempo de preparar la cena!
Federico exclamó irritado:
-¿Cómo? ¿Que no está la cena?
¿Como voy a tomar decisiones importantes con
el estómago vacío?
No creo que sea pedir mucho.
¡Que gandula eres Magda!
¡Ojalá hubiera algo preparado...., aunque fueran
unas pocas de salchichas!
Se oyó un curioso zumbido, como el batir de alas
de hadas y, ¡plop!, sobre el plato de la mesa de
la cocina apareció una sarta de salchichas.
Federico las observó humeando, y relamió sus labios.
Magda le dio con la hogaza de pan en la cabeza, gritando:
¡Has desperdiciado un deseo!
¡Que estúpido que eres!
¡Ojalá que esas salchichas te colgaran en la nariz!
Se oyó un ruidito mágico, como de hadas cantando,
y, ¡clac!, las salchichas saltaron del plato y fueron
a engancharse a la punta de la nariz de Federico.
El se quedó mirando y rompió a llorar.
Ambos tiraron, tiraron y tiraron de las salchichas
pero fue inútil.
-¡Hay, qué calientes están! -exclamó Federico.
-¡No te muevas! Las cortaré con un cuchillo.
-¡Deja ese cuchillo mujer!
¿Como has podido hacerme esto?
Ahora me doy cuenta de lo afortunado que era
cuando tenía una nariz normal y corriente.
-Sí es verdad, no sabes cuánto lo siento
-Dijo Magda sollozando.
Ojalá que las hadas se hubieran guardado sus
deseos y todo siguiera como antes.
Entonces se oyó un ruidito, como de hadas riéndose
y, blip!, las salchichas se desprendieron de la nariz.
Federico y Magda se abrazaron, rieron y se
pusieron a bailar de contentos.
Las hadas se marcharon apresuradamente
a echar carta en otro correo.

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